CAPITULO 2
EL DESTINO DEL CUERPO
El cuerpo humano está sufriendo constantemente un proceso de decadencia y reconstrucción. Construido al principio en forma etérea en el seno materno, continúa su formación por medio de la acumulación incesante de nuevos materiales. En cada momento que transcurre, se desprenden diminutas moléculas, a la par que otras afluyen a él. Las que salen, se esparcen y van a ayudar a reconstruir cuerpos de todas clases en los reinos mineral, vegetal y humano, pues la base física de éstos es la misma para todos. "La idea de que el tabernáculo humano está construido por vidas innumerables, precisamente como lo fue la corteza de nuestra tierra, no tiene en sí nada de repulsivo para el místico verdadero. La Ciencia nos enseña que tanto en el organismo vivo como en el muerto, y lo mismo en el del hombre que en el del animal, bulle infinita multitud de bacterias de cien variadas clases. Desde afuera estamos amenazados por la invasión de microbios cada vez que respiramos, y desde dentro por leucomenos aerobios, anaerobios, etc. Pero la Ciencia no ha llegado todavía a afirmar, cómo lo hace la Doctrina Oculta, que nuestros cuerpos, lo mismo que el de los animales, las plantas y los minerales, está totalmente construidos por estos seres, los cuales, a excepción de las grandes especies, ningún microscopio puede descubrir. Por lo que respecta a la parte puramente material y animal del hombre, la Ciencia se encuentra en el camino de descubrimientos que comprobarán en gran parte esta teoría. La Química y la Fisiología son los dos grandes magos del porvenir, destinados a abrir los ojos a la humanidad a las grandes verdades físicas. Cada día se demuestra más claramente la identidad entre el animal y el hombre físico, entre la planta y el hombre y hasta entre el reptil y su nido y la roca y el hombre. Encontrando la Química que los constituyentes físicos y químicos de todo son idénticos puede muy bien decir que no hay diferencia entre la materia que compone al buey y la que forma al hombre. Pero la Doctrina Oculta, es mucho más explícita, dice: "No sólo son iguales los componentes químicos, sino que las mismas vidas infinitesimales invisibles componen los átomos de los cuerpos de las montañas y el de la margarita, del hombre y de la hormiga, del elefante y del árbol que le da sombra. Cada partícula, ya se la llame orgánica o inorgánica, es una vida". "Estas vidas", que separadas e independientes pertenecen al plano pránico o de vida, forman, agregándose, las moléculas y células del cuerpo físico, y afluyen y se desprenden de él durante todo el tiempo de la vida del mismo, formando de este modo un puente constante entre el hombre y lo que le rodea; ellas están sometidas a las "vidas ígneas", los devoradores, que las obligan a ejecutar su obra de construcción de las células del cuerpo, de manera que trabajen armoniosamente y en orden, subordinadas a la manifestación superior de vida en el complejo organismo llamado hombre. Estas vidas ígneas corresponden en nuestro plano, en estas funciones de dirección y organización, a la vida del Universo, y cuando no ejercen dichas funciones en el cuerpo humano, las vidas inferiores corren desordenadas y principian a descomponer el cuerpo hasta entonces definidamente organizado. Durante la vida del cuerpo, son dirigidas como un ejército, marchando en orden regular bajo el mando de un general, ejecutando varias evoluciones. Guardando el paso, moviéndose como un solo cuerpo. Cuando sobreviene la "muerte", se desorganizan y convierten en una multitud tumultuosa, corriendo de un lado para otro, tropezándose, amontonándose sin objeto común alguno, sin autoridad generalmente reconocida. Nunca está el cuerpo con más vida que cuando está muerto; pero está vivo en sus unidades y muerto en su conjunto: vivo como montón, muerto como organismo. "La Ciencia considera al hombre como una agregación de átomos, unidos temporalmente por una fuerza misteriosa llamada principio vital. Para un materialista la diferencia entre el cuerpo vivo y el muerto, es que en el primer caso aquella fuerza es activa, y en el segundo está latente. Cuando se extingue o está completamente latente, las moléculas se dispersan por el espacio. Esta dispersión tiene que ser la muerte, si es posible concebir tal muerte donde las moléculas del cadáver manifiestan una intensa energía vital... Eliphas Levi dice: "El cambio prueba el movimiento, y el movimiento sólo revela vida. El cuerpo no se descompondría si estuviera muerto; todas las moléculas que lo constituyen están vivas y trabajan por separarse". La parte de La Constitución Septenaria del Hombre, trata de que el doble etéreo es el vehículo de Prana, el principio vital o vitalidad. Por medio del referido vehículo ejercita Prana la fuerza directora y ordenadora de que se ha hablado antes, y la "muerte" sólo toma posesión triunfante cuando el doble etéreo se separa definitivamente rompiéndose el delicado cordón que lo une al cuerpo. Este proceso de separación ha sido visto y descrito minuciosamente por clarividentes. Así es como Andrew Jackson Davis, "el clarividente de Ponghkeepsie", describe el modo cómo él mismo vio verificarse esta separación del cuerpo etéreo. Y declara que el cordón magnético no se rompió hasta treinta y seis horas después de la muerte aparente. Otros han descrito en términos parecidos cómo habían visto una débil nubecilla color violeta, desprenderse del cuerpo moribundo condensarse gradualmente en una forma que era el doble de la persona expirante, unida a la misma por un cordón luminoso. El rompimiento de este cordón significa la destrucción del último lazo magnético entre el cuerpo físico y los demás principios de la constitución humana; el cuerpo se ha separado del hombre; éste ha desencarnado; seis principios permanecen todavía como su constitución inmediatamente después de la muerte, habiendo sido abandonado el séptimo o Cuerpo físico como un vestido que se nos quita. La muerte consiste verdaderamente en un proceso repetido de desnudarse. La parte inmortal del hombre arroja de sí, una después de otra, sus envolturas externas, - y lo mismo que la serpiente de su piel y la mariposa de su crisálida - sale de aquéllas y pasa, a un estado superior de conciencia. Ahora bien; es un hecho que esta salida del cuerpo y la permanencia de la entidad consciente, ya sea en el doble astral o ya sea en un cuerpo de pensamiento aun más etéreo, puede tener lugar durante la vida terrestre; de manera que el hombre puede familiarizarse con el estado desencarnado y llegar a no sentir los terrores que rodean lo desconocido. No puede ir muy lejos de su cuerpo, estando en el doble etéreo, porque éste está siempre relacionado con aquél por el delicado cordón cuyo rompimiento acarrearía la muerte; pero, sin embargo, puede reconocerse como entidad consciente en aquel vehículo, y comprobar para su satisfacción, que la vida no depende de su funcionamiento en el cuerpo. Si aprende el modo de usar de su cuerpo de pensamiento, entonces ya no se hallará limitado a la vecindad de su cuerpo material, al penetrarse, de modo completamente consciente, de la independencia de la inteligencia espiritual. ¿Por qué un hombre que de este modo se separase de su cuerpo y de su doble etéreo, y encontrase que este proceso daba el resultado, no de la inconsciencia sino de una extensísima libertad y de una extrema expansión de vida, por qué, repito, habría de temer el rompimiento final de sus cadenas y la libertad de su yo inmortal le da que sabe que es su prisión de carne? Este punto de vista de la vida humana, es una parte esencial de la filosofía esotérica. El hombre es de origen divino. Una chispa de la vida divina
Fuente
Annie Besant
Libro Vida después de la muerte
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